Cómo dejar de ser estudiante para ser un bello jarrón (Autor invitado)

¿Te ha comentado alguna vez un paciente al que no conocías de nada en la consulta lo guapo que eres delante de tu adjunto/residente? ¿Te han llamado guapo, bonito, nene, cariño o apelativos similares, ya fuera por parte de pacientes o personal? Si la respuesta es no, felicidades, tu masculinidad sigue intacta. Desgraciadamente, según he podido comprobar en mis propias carnes, éste es el pan de cada día para las estudiantes de Medicina (y para muchas médicos).

La igualdad ha llegado a las aulas. Cada vez vemos un mayor aumento del número de estudiantes femeninas, siendo en muchas Facultades el porcentaje de éstas mayor respecto a sus homólogos masculinos. Si bien esta situación parece que cuaja en las clases, la situación en los pasillos del Hospital es más bien diferente. No me malinterpretéis: no me siento ni mucho menos maltratada respecto a la situación de mis compañeros. De hecho, mayoritariamente me he sentido bien acogida en los Servicios en los que he estado y me he encontrado con un personal maravilloso. No obstante, hay un techo de cristal, prácticamente imperceptible, que continúa estando ahí. 

Las mujeres componemos el 74% de los estudiantes de Medicina españoles

Podemos poner un ejemplo típico: un paciente entra en la consulta, empieza a hablar con el médico, y, de buenas a primeras, te comenta, teniendo en cuenta que estás allí como estudiante, que si alguna vez alguien te ha dicho que eres muy guapa. Otras cosas más duras que me han sucedido es estar con una bata y de espaldas (de modo que es imposible saber si soy estudiante o médico) y que me toquen el hombro para decirme “eh, tú, nena”.

Sobre todo con lo primero, muchos pensaréis que estoy exagerando e incluso me tacharéis de feminazi. Pero lo que ocurre aquí no es el qué sino el cómo. No creo que, a menos que lleve un buen rato o hayan transcurrido varias consultas en las que esté, esto le pase a un compañero. Lo segundo, al menos desde mi punto de vista, no tiene ninguna justificación.

Se trata, básicamente, de una visión machista remanente, la mujer como florero, la mujer como objeto. Puede que me halague que me digan que soy guapa, especialmente si me he arreglado de forma especial ese día, pero definitivamente no me gusta que lo haga alguien que no me conoce y, mucho menos, en mi espacio laboral. Esto supone la necesidad de enfocar algo irrelevante como algo primordial.

Además, este problema tiene un segundo culpable, y es el del médico que está contigo, que lejos de decirle nada al paciente (que por otra parte, tampoco puede decir mucho), suele participar del chascarrillo.

A donde quiero llegar es que, si bien estos comentarios parecen bastante inocentes, es de donde beben situaciones como esta:

nurses

No es la primera médico o residente que me comenta situaciones cuasi inverosímiles en las que le preguntan por si no está el médico, dando por hecho que son enfermeras (con todo mi respeto para todo el personal de enfermería, que afortunadamente en España brilla por su profesionalidad), lo reacios que son los pacientes a veces a tratarlas de doctoras, etc.

Pero claro, ¿qué podemos hacer? A fin de cuentas te han hecho un cumplido. ¿Y qué hace tu médico? Evidentemente, siempre que no sea una falta de respeto total y absoluta, lo mejor es responder secamente con un “gracias” y que el médico no diga nada. Se trata de una situación delicada, difícil de manejar y con un componente generacional e ideológico importante.

Sobre todo con la posición del médico, es muy difícil hacer nada cuando el personal se pone de parte de la situación. ¿Te enfrentas a la persona que te tiene que calificar por algo que mayoritariamente puede ser calificado de irrelevante? ¿Haces un océano de lo que puede ser visto como un vaso de agua? Quizás lo mejor sea abogar por una concienciación progresiva, aunque, evidentemente, sería mejor si alguien alzara la voz.

A mi pesar, más realidad que ficción

Y después de esto podéis reiteraros en vuestro pensamiento de que la situación no es para tanto, pero si a vosotras o a alguna de vuestras amigas le ocurre cualquier situación de estas, espero que recordéis vuestra connivencia y seáis consecuentes, ya que como dice el dicho, de aquellos barros, estos lodos.

La autora del artículo, Elena Armas Jorge es estudiante de Medicina de 5º curso en la Universidad Complutense de Madrid